viernes, 15 de marzo de 2013

El cataclismo Sirio

Por razones obvias, la cobertura de la insurrección y la guerra interna en Siria ha estado dominada por una terrible cifra de víctimas humanas. Se estima que han sido asesinados alrededor de 60.000 sirios (o más) y que hay decenas de miles de víctimas con cicatrices físicas y emocionales a causa de la violencia. A finales de febrero, había más de tres millones de sirios internamente desplazados o refugiados en los países vecinos.

En retrospectiva, parece que el Alto Comisionado de las Naciones para los Refugiados, además de muchos otros observadores, no comprendía bien la magnitud de la crisis cuando en marzo de 2012 declaraba que sólo 96.500 refugiados en Jordania, Líbano, Turquía e Iraq iban a necesitar ayuda humanitaria a finales de ese año. Es muy probable que las promesas de los donantes de 1.500 millones de dólares hechas a finales de enero también se queden cortas. El Programa Mundial Alimentario ha admitido es incapaz de alimentar a más de un millón de personas hambrientas dentro de Siria. Los niveles de destrucción además de ser impactantes, son un objetivo escurridizo. Las estimaciones se quedan obsoletas tan pronto como se han recopilado.

Y hay motivos de alarma más allá de la inmediata emergencia humanitaria en relación a los graves daños en la economía siria a corto y largo plazo. Muchos de los refugiados e internamente desplazados temen sin duda por sus vidas, pero otra de las razones para su huida masiva es la pérdida de sus medios de subsistencia como consecuencia de la destrucción de pueblos y ciudades enteros y de la devastación de la infraestructura material y las tierras agrícolas.
Como señala el International Crisis Group, la economía se deteriora más y más con cada nueva escalada de la represión de la sublevación, ya que el gobierno ha ido moviéndose de los arrestos masivos, torturas y los disparos selectivos contra los manifestantes a la “solución de seguridad” o castigo colectivo de las ciudades, hasta llegar, finalmente, a la “solución militar”: bombardeo y ametrallamiento de las zonas que acogen a rebeldes armados. La sistemática y total destrucción de pueblos y ciudades enteros ha llevado a acusar al régimen de crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, a la vez que proseguía el giro del gobierno hacia la militarización, la ONU documentaba también crímenes de guerra y abusos de los derechos humanos por parte de varios grupos rebeldes.

En cualquier caso, lo que está claro es que Siria seguirá pagando el coste socio-económico de su guerra interna mucho después de que callen las armas.

Ha habido fuertes caídas en la producción, inversión y comercio. La producción agrícola ha descendido también, incluyendo la de trigo, cebada, frutas y verduras. En este sector, la lucha ha agravado los nocivos efectos de la grave sequía que lleva afectando a Siria desde 2003. [Todavía no se ha estudiado bien el coste social de la sequía y su posible papel en el malestar que ha llevado al levantamiento. Puede hacerse aquí una primera lectura. Una valoración más académica de cómo la escasez de agua es consecuencia de las políticas del gobierno puede leerse aquí]. Las cosechas de trigo, que siempre fueron una fuente importante de seguridad alimentaria, han ido menguando en los últimos años en un 30-50%, y en 2012 se estimaba que iban a defraudar las ya bajas expectativas del 40%. Los sectores de la ganadería y de las aves de corral han sufrido bastante, según un informe de junio de 2012 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), lo que ha provocado un aumento en los precios de la carne, leche, pollo y huevos de hasta un 300% en algunas zonas. La FAO concluyó entonces que la “seguridad alimentaria, a nivel de los hogares, es de alrededor del 30% en la población rural”, por no mencionar que la seguridad alimentaria de las familias de los internamente desplazados, que viven ahora en las ciudades y sus alrededores, estaba peligrosamente comprometida. En total, la agencia de la ONU manifestó que alrededor de tres millones de personas necesitaban ayuda urgente para poder poner suficiente alimento sobre la mesa.

La respuesta del gobierno sirio cuando estalló el levantamiento –aumentando los salarios del sector público- no fue ni sostenible ni adecuada. La liberalización económica implantada desde mediados de la década de 2000 había incrementado la pobreza, la desigualdad y la marginación, yerosionado las tradicionales bases sociales de apoyo, especialmente en las zonas rurales. La corrupción resultante de la alianza entre los detentadores de la riqueza y los del poder se tradujo en el enriquecimiento de un pequeño grupo [*] de poderosos empresarios y sus socios en el ejército y en las fuerzas de seguridad. En vez de emprender inversiones a gran escala que pudieran beneficiar a todos los sirios, el régimen se dedicó a trabajarse a sus presuntas bases leales entre los funcionarios, los trabajadores de las empresas estatales y la burocracia gubernamental en general. Esas medias tintas, junto con la poca disposición o incapacidad de meter en cintura a los principales sujetos del odio popular, como el primo del Presidente, Rami Mahklouf, indicaban que el régimen se había decantado de inmediato por el modo supervivencia en vez de abordar seriamente las causas subyacentes en el levantamiento.
Un informe publicado a finales de enero por un grupo de economistas que trabajan en el interior de Siria con el Centro Sirio para la Investigación Política (SCPR, por sus siglas en inglés) examina tanto las raíces económicas del levantamiento como sus consecuencias [Para serles franco, ayudé a editar una parte del informe]. Los economistas afirman que las pérdidas económicas en 2012 son de unos 48.400 millones de dólares, la mitad de las cuales se deben a pérdidas en el PIB y la otra mitad a disminuciones en el capital social y al gasto militar. El informe estima un descenso en el Índice de Desarrollo Humano Sirio (un compendio de indicadores sociales entre los que figuran los ingresos, la educación y la salud) al nivel de 1993, es decir, una pérdida de veinte años en el desarrollo humano.

Como el régimen proseguía su brutal represión, hubo llamamientos desesperados para que se le impusieran sanciones económicas. Esos llamamientos procedían no sólo de los sospechosos habituales, como los gobiernos de EEUU y de la UE, sino también de la Liga Árabe y de activistas dentro de Siria que estaban horrorizados por la violencia infligida al movimiento de protesta. Aunque es muy difícil separar el impacto preciso de las sanciones de la perturbación económica general, está claro que las sanciones no han conseguido sus objetivos de aislar y castigar al régimen. Al contrario, han servido para exacerbar la crisis económica y aumentar los daños causados en la sociedad siria.

Las sanciones económicas contra Siria no empezaron con el levantamiento de 2011. EEUU mantiene tres tipos de sanciones contra Siria. La Syria Accountability Act de 2003 prohíbe las exportaciones a Siria de la mayoría de los productos que contengan más del 10% de componentes fabricados en EEUU. En 2006, la administración Bush impidió que los bancos y sucursales estadounidenses hicieran negocios con el Banco Comercial de Siria, que fue etiquetado como “institución financiera dedicada principalmente al lavado de dinero”, en función de las disposiciones del Acta Patriótica. Finalmente, a través de una serie de ocho órdenes ejecutivas, los Presidentes George W. Bush y Barack Obama han impuesto progresivamente sanciones más duras contra las compañías y nacionales sirios por razones que van desde apoyar al régimen de Sadam Husein (Orden Ejecutiva 13315), a “beneficiarse de la corrupción pública”. La Orden Ejecutiva 13572, firmada por Obama el 29 de abril de 2011, prohíbe hacer negocios con individuos y entidades acusados de complicidad en los abusos a los derechos humanos durante el levantamiento.

Sin embargo, el verdadero golpe a la economía siria, han sido las sanciones de la Unión Europea. Según la Comisión de la UE. Bruselas ha impuesto 17 series de “medidas restrictivas” contra nacionales, entidades gubernamentales o compañías privadas sirios, incluyendo la suspensión de la participación del gobierno sirio en las iniciativas de cooperación regional EuroMed y de los préstamos del Banco Europeo de Inversiones a Damasco. Las medidas más onerosas –por la cantidad de ingresos perdidos- son las prohibiciones a importar petróleo crudo y productos petrolíferos. La UE ha suspendido también las inversiones en la industria petrolera y la construcción de plantas de energía eléctrica en Siria, y ha dejado de suministrar billetes y monedas al Banco Central de Siria que habían sido previamente acuñados en Austria.

Otro impacto de las sanciones, según Yihad Yasigi, editor de The Syria Report, es que parecen haber acelerado el agotamiento de las reservas de divisas de Siria. El gobierno ha tenido que acudir a estas reservas de dinero al agotarse los ingresos del petróleo. Según mencionaba el informe del SCPR, las sanciones han causado el 28% (alrededor de 6.800 millones de dólares) de las pérdidas en el PIB en 2011 y 2012. Los economistas concluyen que las sanciones han tenido el peor impacto en las clases sociales más bajas, dado el aumento en los precios de los alimentos básicos, como el pan, y el alto coste del combustible para calefacción. A lo largo del pasado año se ha desarrollado una economía de guerra, repleta de contrabando, parte del cual es llevado a cabo por las mismas fuerzas de seguridad.

A diferencia de Sadam Husein en Iraq, las sanciones no cuentan con el mandato de las Naciones Unidas y las grandes potencias no han impuesto una zona de exclusión aérea. Siria ha mantenido fuertes relaciones económicas con otros países. Si unimos a lo anterior un amplio grado de autosuficiencia en la producción alimentaria, una estrategia lanzada con Asad padre, el comercio ha hecho que Siria haya podido escapar a las peores repercusiones que las sanciones podían tener.

Sin embargo, hay otra dimensión en las sanciones que sus partidarios olvidan o desestiman. Las sanciones son herramientas políticas, destinadas a modificar las políticas del gobierno al que van destinadas o a inducir su derrocamiento popular. Una vez que las sanciones están en marcha, puede modificarse su justificación. La CIA cree que Siria tiene el cuarto mayor almacén del mundo de armas químicas. En agosto de 2012, el Presidente Obama emitió severas advertencias al régimen sirio para que no desplegara ese supuesto arsenal contra los rebeldes. En el caso de que el régimen cayera, las sanciones podrían encontrar una nueva oportunidad de vida como forma de obligar al siguiente gobierno sirio a asegurar o destruir los arsenales sospechosos.

No está claro cuándo acabará la lucha o cuándo empezará la recuperación post-conflicto. Pero la recuperación necesitará que se aborden tanto las preocupaciones humanitarias inmediatas como la trágica situación de los refugiados y de los internamente desplazados. Yazigi defiende que la capacidad de resistencia de la económica siria se debe a su diversidad –al apoyarse en la industria, la agricultura y el sector servicios, incluido el turismo-, algo que la reconstrucción deberá también tener en cuenta. Será una difícil tarea, dada la destrucción de la economía, la disminución de los recursos del petróleo y las reservas de divisas al borde del agotamiento. El proceso de reconstrucción estará lleno de peligros, como han demostrado las experiencias de Iraq y el Líbano. Merece la pena señalar que los daños son muy desiguales; hay ciudades como Tartus que apenas se han visto afectadas, mientras que otras están completamente destruidas. Además, las grandes empresas industriales, las centrales eléctricas y los puertos principales parecen estar, hasta ahora, relativamente indemnes.

Hay focos de esperanza, sobre todo a nivel de base. No es el menor de ellos la amplia variedad de redes locales y regionales que han asumido la tarea de la organización económica y política, así como iniciativas antisectarias, en medio de tanto caos. Hay experimentos de democracia directa auspiciados por los consejos de coordinación local que merece la pena examinar y apoyar. Varios activistas y doctores de las organizaciones internacionales de ayuda me han relatado por separado experiencias avanzadas entre los doctores sirios que han puesto en pie hospitales de campaña en las condiciones más extremas. Para organizar el futuro de Siria no debemos esperar a que el mortífero impasse acabe, hay que empezar ya.


Rebelión

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