martes, 19 de marzo de 2013


Costo de la guerra: ¿vidas o tesoros perdidos?


¿Qué vale la vida de un niño comparada con las antigüedades de Siria? Cualquier reflexión sobre los desastres arquitectónicos de Siria debe incluir esta pregunta. El niño, diría una persona humanitaria, vale todas las columnas de Palmira. Un historiador de sangre fría tal vez sugeriría que se podría sacrificar al niño a cambio de la herencia de todos los niños futuros. Por desgracia, los dos son objeto de destrucción en Siria.

El incendio de la mezquita de los Omeyas en Alepo, las ciudades romanas del norte –que han adquirido nuevos fantasmas ahora que miles de refugiados se ocultan entre las ruinas–, son las víctimas más recientes de la guerra de la arqueología.

Emma Cunliffe, de la Universidad de Durham, resume el dilema en el número más reciente de la revista British Archeology. Si hay entre 60 y 70 mil miertos y la nieve invernal sepulta las tiendas de los refugiados, “¿qué importa el legado histórico frente a tan trágica desolación?”

Cunliffe, quien desarrolla metodos para llevar la cuenta del daño a los sitios arqueológicos de Medio Oriente, ha producido un notable informe imparcial, en el que culpa tanto al régimen como a los rebeldes. Si bien todavía no en la escala de Irak después de 2003, “parecen haberse establecido (del lado opositor) redes que dan vuelta a la inspeccion oficial. Decomisos de varios miles de artefactos sin marcar en la frontera siria, entre ellos alfarería, monedas, mosaicos, estatuas... sugieren que la extensión del saqueo podría ser vasta”. Tal vez, indica, llega a más de mil 88 millones de dólares.

En tanto, en Palmira parece que las balas del gobierno han dañado los pilares romanos y que vehículos oficiales han usado los caminos del antiguo imperio –tal como los Humvees de EU hollaron las vías de Babilonia en 2003–, mientras en Homs la catedral de Hum-al-Zennar, uno de los templos más antiguos de la ciudad, yace en ruinas, luego que sus fieles fueron abatidos y dispersados, y su antigua liturgia aramea fue silenciada. Era una de las iglesias más antiguas del mundo; databa del año 59 y contenía un cinturón que según se decía había pertenecido a la Virgen María. Si se quiere buscar un responsable, habría que preguntar quién fue el primero en usar armas de fuego en el baño de sangre en Siria.

Desde que The Independent on Sunday dio publicidad en gran escala a la destrucción de la herencia siria, ambos bandos en la guerra han usado el daño en favor de su causa. Oficiales del Ejército Sirio Libre han prometido prevenir saqueos –afirmación dudosa, dado que los mercados de Jordania están ahora inundados de oro, mosaicos y estatuas de Siria– y hasta han usado la Palmira romana en un video de propaganda en YouTube. Fue producido por el Centro de Medios de la ciudad de Tadmor (Palmira), y en él se ve a un jinete que cruza la pantalla llevando la bandera verde, blanca y negra del ESL frente a las columnas de la Vía Máxima.


Resulta interesante que el propio ministro de Antigüedades del gobierno sirio, el profesor Maamoun Abdul-Karim, ha llamado a los sirios a proteger los tesoros arquitectónicos del país porque “es responsabilidad de todos trabajar juntos para cuidarlos”. Si bien reconoció el daño causado a algunos sitios romanos en el norte, elogió a los aldeanos locales por expulsar a los saqueadores. Al parecer los locales se dieron cuenta de que una ciudad sin antigüedades jamás ganará dinero del turismo.

El ministro también afirma que el grueso de los tesoros ha quedado resguardado en “lugares seguros”. Pero, ¿dónde están esos lugares? Y si son tan seguros, ¿por qué los desplazados internos no han corrido en masa hacia ellos?

Un prominente arqueólogo libanés me dice –y esta es una de las características más perturbadoras de esta trágica cacería de tesoros– que los contrabandistas ahora trabajan para las mismas redes creadas por los saqueadores. En el ámbito internacional se ha formado un gusto por estos tesoros, y ahora los compradores demandan a las bandas iraquíes que usen los mismos métodos en Siria. El Washington Post ha estado investigando las rutas de contrabando de los rebeldes, y los insurgentes declararon a ese periódico que una sola carga puede generar 50 mil dólares para comprar armas. “Unos días somos combatientes, y otros días somos arqueólogos”, declaró un rebelde de la ciudad de Idlib al diario.

Varios arqueólogos (de los legales) han sugerido que sus apelaciones a la OTAN –incluso al ministro británico de Defensa– lograron que los pilotos intentaran no dañar sitios arqueológicos romanos en Libia en 2011, cambiando de municiones para evitar salpicarlos de metralla mientras atacaban a las legiones de Kadafi. Pero sobre Siria no vuelan aviones de la OTAN, y dudo que los pilotos de ese país lleven el mensaje del ministro Abdul-Karim en la cabina. Entonces, volvamos a la vieja pregunta: ¿cuánto vale la vida de un niño?

Traducción: Jorge Anaya

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