La descomposición del campo colombiano
El sector agropecuario está en
momento crucial de su historia. Se juega la supervivencia, comprometida desde
la apertura del siglo pasado y por las reformas de libre mercado. Ésta,
eliminaron instituciones de fomento, crédito, investigación y asistencia
técnica e instrumentos como préstamos e insumos subsidiados y precios de
sustentación.
Cultivos transitorios, algodón,
avena, soya, sorgo, cebada, trigo y maíz quedaron reducidos a mínimas
expresiones. En lenteja, garbanzo y fríjol, se perdió la autosuficiencia que no
se recuperó con el sistema de franjas de precios, implantado en 1995, para
catorce cadenas productivas.
Durante diez años, las esperanzas
rurales se cifraron en productos tropicales y ganadería. Fundados en la
“ventaja comparativa”, se les pronosticaron el Edén en los TLC. Los datos
recientes muestran que dichas predicciones fueron fallidas y que a la
importación recurrente de leguminosas, cereales y algunas oleaginosas se suman
ahora las de café, cacao, azúcar, lácteos, carne de res y pollo.
Casi todo el consumo interno de
café es traído de Ecuador y Perú, y quién sabe de dónde más; también se importa
tanto el 15% del cacao y un porcentaje igual de azúcar, sin contar la fructosa,
sustituto para ciertas aplicaciones. Con relación al sector pecuario, en 2012,
las compras externas de productos lácteos crecieron 150%; las de carne y
despojos comestibles, 45%; las de carne porcina, 73%, y las de “despojos de
aves” se alzaron exponencialmente. El último cereal en el que Colombia se
autoabastecía, el arroz, declina y casi el 10% del mercado interno se surte con
grano foráneo. Decrece paulatinamente la dotación nacional de alimentos en
kilos por habitante.
El ministro de Agricultura, Juan
Camilo Restrepo, se regocijó por el crecimiento del 2,6% en 2012. Destacó los
éxitos en forestales y en carne de cerdo, resultado sólo posible por un
insólito crecimiento del consumo de porcino del 10%, cuatro veces el promedio
histórico. Entre tanto, los campesinos de productos de clima frío, como papa y
cebolla de bulbo dicen que “desmovilizarán” sus azadones y en Urabá se cierran
35 fincas de banano, acabando cinco mil empleos. La crisis fitosanitaria de la
palma de aceite va acompañada de importaciones de más del 10% de la producción
y de competidores nuevos como aceite de girasol. Debe agregarse el alto precio
de los fertilizantes, 30% sobre los de Brasil y, en algunos casos, hasta 47%
sobre los internacionales.
El pulso entre lo que queda de
agro y los excedentes extranjeros depende asimismo de la tasa de cambio. Entre
noviembre de 2012 y abril de 2013, las medidas contra la revaluación no han
surtido efecto y PIPE no tiene novedades para los agricultores, todo indica que
continuará la senda de la descomposición.
Por Aurelio Suárez Montoya
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