martes, 2 de abril de 2013

Congreso de los Pueblos: experiencias de una nueva izquierda democrática

Tener y dejar abierto un espacio democrático y plural para construir y llevar una lucha política popular es un desafío que se debe confrontar sin parar y experimentar con sus propias contradicciones irreductibles y con los encuentros heterogéneos que recorren y fragmentan sus lugares, sus estrategias y sus proyectos. Se trata de una izquierda que se construye a partir de nuevos cimientos después de las decepciones históricas de los partidos de vanguardia y de la estrategia de apoderamiento del Estado como medio principal para conducir la revolución.
Más específicamente, se trata de una izquierda que se construye a través de nuevos procedimientos de experimentación: nuevas maneras de enlazar las luchas locales a un órgano confluyente de representación popular capaz de recorrer estratégicamente los niveles local, regional, nacional y tal vez internacional; nuevos espacios de construcción de líneas, esperanzas y prácticas colectivas; nuevos estatutos democrático-políticos de las palabras de cualquiera y una reevaluación práctica de lo que sería un “pueblo” y sus “intereses reales”; procedimientos experimentales de institucionalización de esta democracia y de intensificación y amplificación de la circulación de problemas locales, concretos y territorializados – problemas que son objeto de desinformación y de un “silencio oficial” en Colombia.
Espacio democrático de construcción colectiva
Mi primera experiencia directa con esta izquierda fue en el marco de uno de los Congresos Regionales para la Paz organizados por el Congreso de los Pueblos; espacios pensados para la construcción de propuestas y posiciones regionales que alimenten y contribuyan a preparar el Congreso Nacional para la Paz impulsado por este movimiento social en asocio con otras fuerzas sociales y políticas que hacen parte de la organización popular en Colombia. Se trata de un acontecimiento muy importante en la construcción del Congreso de los Pueblos que desde 2010 intenta construir un movimiento social amplio y democrático convocando “todas aquellas dinámicas y procesos de pueblos, sectores y regiones que estén dispuestas a emprender una construcción legislativa común para mandatar el futuro y el presente de nuestro país con una perspectiva latinoamericana y mundial”1. En este Congreso Regional – el correspondiente a la región central del país – puede decirse que las declaraciones, la preparación de las discusiones, las relatorías, las mesas y sus debates y resultados fueron estructuradas desde cuatro categorías generales de intervención que se encontraban, se interrumpían, se articulaban o se desvinculaban si bien en el curso de una discusión, también a veces en un mismo discurso. Cuatro categorías indispensables que circularon sin establecer fronteras claras y que por sus relaciones abiertas contribuyeron a la dinámica democrática del espacio.
Primero, se trató de compartir experiencias locales de problemas sociales y políticos – generalmente ligados a contextos de conflicto armado, a explotaciones desmesuradas de poblaciones y de la naturaleza por parte de empresas multinacionales o a políticas y violencias del Estado – y de resistencias y luchas que se construyen para tratar esos problemas.
Segundo, se trató de críticas al funcionamiento y a la ideología del Estado: su falta de respeto efectivo de los derechos, su modelo económico neoliberal, su responsabilidad frente a las víctimas del conflicto armado, su manera de concebir y tratar el diálogo de paz excluyendo una participación amplia y democrática de las poblaciones locales y de los movimientos populares.
Tercero, se trató de reflexiones sobre el espacio mismo de discusión y de construcción del movimiento Congreso de los Pueblos, considerando cuatro cuestiones: ¿cómo organizarlo?, ¿cómo ampliarlo?, ¿cómo hacer para que sea efectivo políticamente?, ¿cómo hacer para que sea duradero? Organización, crecimiento, efectividad, duración.
Cuarto, se trató de las propuestas, líneas y estrategias políticas a las cuales se deben llegar a través de las discusiones. Estas propuestas deben ser productos de una confluencia democrática, confluencia de la cual el Congreso de los Pueblos intenta ser la expresión representativa.
¿Cuál izquierda?
¿Cómo pensar la izquierda que se configura en este espacio democrático a través de las solidaridades, la socialización de experiencias locales profundamente problemáticas, las críticas territorializadas de los dispositivos del Estado y de las dinámicas del conflicto armado, y las propuestas políticas que se configuran como un disenso confluyente y popular? Más allá de sus visiones políticas, me parece que esta izquierda se caracteriza por una voluntad de experimentación abierta y colectiva, una voluntad que se confronta y juega con las tensiones irreductibles y los procesos heterogéneos que atraviesan sus espacios y lógicas. Justamente, es una voluntad que la izquierda tradicional y los gobiernos liberales y neoliberales desplazan para cerrar, desplazan para purificar una lógica política supuestamente protegida de la contingencia de la democracia.
De un lado, la izquierda tradicional pretende representar los intereses “reales” de la sociedad entera (que para el “pueblo” son objetos potenciales de ceguera ideológica), y eso a través del desciframiento de los procesos objetivos de explotación y de emancipación histórica. Ese desciframiento de la explotación “objetiva” y esta representación de los intereses “reales” – justificando una posición de vanguardia – permiten sobrepasar la circulación democrática de las palabras de cualquiera para la construcción colectiva de una base popular de lucha política.
De otro lado, los gobiernos liberales pretenden representar el “pueblo”, en su administración del país, por medio de principios de “buen gobierno” y se legitiman a través de elecciones institucionalizadas – como si la democracia se agotara en tarjetones de voto periódicos y en una administración “neutral” de los “retos” de la sociedad. Y aún peor, los gobiernos neoliberales pretenden conformarse de acuerdo a las leyes económicas objetivas que están escindidas y omiten no simplemente las voluntades del “pueblo” pero también las voluntades de los gobernantes mismos. Lo que dicta aquí la vida política – principios de buen gobierno, leyes económicas objetivas – excluye toda democracia colectiva y experimental.
Según estas lógicas, lo que es posible y lo que es imposible se encuentra decidido por una estructura representativa. La representación funciona de diferentes maneras, pero siempre los intereses del “pueblo” son dados por principios que cierran y desplazan sus voces y sus luchas – bien sea por un desciframiento de la explotación objetiva, o bien por principios de buen gobierno, o bien por leyes económicas neoliberales. Tantas justificaciones para excluir la democracia, para desplazar las experimentaciones tanteadas de un poder popular. Pero es exactamente lo que estas lógicas representativas ven como impotencias que perjudican a la vida política, lo que marca el sitio mismo donde esta nueva izquierda establece sus fuerzas, donde empieza la racionalidad compleja e imbricada de sus procesos de experimentación.
Las tensiones irreductibles y experimentales como nuevas fuerzas de una izquierda democrática
¿Cuáles son entonces las tensiones irreductibles que atraviesan los espacios y lógicas de esta izquierda? Se trata de sitios de experimentación que nunca pueden realizarse alcanzando objetivos finales; se realizan sólo en tanto pueden reponerse, rearticularse, relanzarse, buscar sin cesar líneas y continuidades estratégicas, manteniendo vivos procesos infinitos de construcción colectiva. Es como un paisaje fragmentado y animado de territorios singulares que siempre son demasiado grandes o pequeños para encajar y unificarse armónicamente, pero que sin embargo crean zonas limítrofes, intersecciones, vecindades, traslapos y traslados. No se trata, como en el ordenamiento territorial del gobierno Santos, de fabricar una agregación de territorios particulares, articulados y provechosos , se trata de construir una multitud de territorios singulares, excesivos y existenciales.
Esta multitud y estos sitios pueden tal vez resumirse con la palabra “confluencia”; pero ¿cómo pensar las tensiones y los procesos que tal palabra concentra? Una confluencia no es una agregación (1+1+1+1), ni una convergencia (unificación homogeneizante), ni una representación de intereses (distancia vertical negativa), ni una pluralidad (comunidad de voluntades autónomas). Una confluencia es una dinámica creativa y colectiva que se confronta experimentalmente sin cesar a sus propias tensiones irreductibles.
- Hay tensión de niveles (local, regional, nacional) donde la singularidad de cada lucha local debe “confluir” en una generalización de luchas por una representación regional y nacional. Esta generalización reduce las singularidades y “desterritorializa” las localidades, pero busca al mismo tiempo conformarse lo más posible a sus bases locales, encarnar sus singularidades. Es una tensión que en esta izquierda marca un sitio de experimentación colectiva que nunca puede acabarse. Podemos ver claramente la diferencia con la izquierda tradicional que desplaza unatensión experimental por una correspondencia unilateral en su representación (universal) de los intereses “reales” (locales) del “pueblo”. Peor, los gobiernos liberales y neoliberales desplazan esta tensión por una legitimación de jerarquía elitista a través los tarjetones de voto periódico.
- Hay una tensión entre la democracia de cualquiera y los procesos de generación de consenso. Los espacios de discusión y de decisión son espacios de participación abierta y popular, lo que presupone un estatuto democrático-político de las palabras de cualquiera. Pero esta multitud de palabras deben lograr posiciones claras y fuertes, deben “confluir”, lo que quiere decir producir consensos alrededor de unas palabras específicas. De nuevo, este consenso de las palabras no puede acabar la democracia que la produce, a diferencia de la izquierda tradicional que ya pretende tener un lenguaje de vanguardia fundado en lo real mismo y que entonces sería “más material” que las palabras de cualquiera. Los tarjetones contienen sólo un nombre.
- Hay una tensión entre la democracia de cualquiera y la institucionalización de la lucha confluyente. ¿Cómo construir y preparar los espacios sin predestinar sus líneas y contingencias? ¿Cómo operacionalizar en lucha los diferentes niveles y la democracia de cualquiera? ¿Cómo condensar en una memoria operativa y concisa la multitud de experiencias y de palabras que recorren sus espacios? ¿Cómo configurar las relaciones entre responsables (voceros, representantes, moderadores) y sujetos? ¿Cómo hacer más efectivos los procesos de elección de líneas estratégicas y de intervenciones políticas sabiendo que los espacios democráticos son lentos y normalmente puntuales mientras que la necesidad de decisiones estratégicas es frecuente y continua? En la izquierda tradicional y los gobiernos liberales y neoliberales estas cuestiones se reducen a faltas de desarrollo. Para la primera, se trata de una falta de toma de consciencia de las explotaciones objetivas. Lo que implica esta toma de consciencia es una lucha organizada por el partido de vanguardia ya capaz de descifrar las líneas estratégicas con las cuales todos deben conformarse para llevar a cabo la revolución. Para los segundos, simple y cómodamente todos los males de la sociedad son síntomas de una falta de desarrollo institucional (muy claro en el ordenamiento territorial del gobierno Santos), o accidentes de un sistema económico “poco controlable”.
Punto por punto, es posible mostrar, con hechos concretos, cómo la izquierda tradicional y los gobiernos liberales y neoliberales desplazan exactamente lo que este espacio democrático tiene de abierto en términos de tensiones, de contradicciones, de procesos tanteados de experimentación colectiva. Sin duda hay fuerzas internas en el Congreso que quieren acabar estas tensiones. Seguramente, los espacios que se construyen a través de ellas no son los más “efectivos” ni los más “seguros”. Quieren acabarlas a través de lógicas de representación vertical, institucionalización efectivizada, conformación colectiva, autonomización de los diferentes niveles. Por supuesto, estos son procesos que recorren al Congreso por todas partes; la cuestión es más bien si lo recorren jugando con sus tensiones irreductibles o si lo hacen buscando sus fines; si lo recorren experimentando con la democracia de cualquiera o si lo hacen configurando la distribución conformista de dirigentes y sus “pueblos”.

Palabras al margen

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